Friday, August 9, 2013

Una Jornada de Colores...

Ricardo Pichardo Viñas

CC#804 

La Jornada Mundial de la Juventud es un evento que renueva la fe. Desde su institución en el 1984 cada dos o tres años se traslada de país, se muda de contienente, cambia de lengua pero se mantiene el mismo espíritu, la misma esperanza y el mismo entusiasmo de los convocados.

Bajo el lema “id y haced discípulos a todos los pueblos”, la XXVIII version, fue celebrada en la icónica ciudad de Río de Janeiro. Unos 3 millones de peregrinos se acercaron al paseo marítimo de Copacabana para escuchar el mensjae del anfitrión de este encuentro el papa Francisco.

Previo a este encuentro, algunos jóvenes optaron por vivir la pre jornada, en esta ocasión, llamada Semana Misionera, donde en una ciudad distinta a la sede, los peregrinos son acogidos por feligreses de una parroquia determinada para vivir días de oración, de compartir con los habitantes su cultura, y formas de vivir la fe que los une.

Sin lugar a dudas fue una semana maravillosa. El grupo de dominicanos que asistimos con la Comisión Nacional de Pastoral Juvenil, tuvimos el privilegio de ser recibidos en un laborioso y alegre pueblo llamado Sao José dos Campos, perteneciente al estado de Sao Paulo.

La hospitalidad de los hermanos de esta comunidad, no hizo más que recordarme el amor del padre Dios, manifestado en los abrazos, plegarias, atenciones, y risas sin fin, de estos cristianos que abrieron no solo las puertas de sus hogares sino también sus corazones para disfrutar al máximo esta experiencia.

El santuario-parroquia San Judas Tadeo, era el centro de todas las actividades. Su párroco, Joao Alves Sobrihno y toda la comunidad no escatimaron esfuerzos para asistirnos. Diseñaron un itinerario de actividades que nos prepararía para la jornada en sí, en Río.

Como olvidar a la comunidad “Mision Ide” que me acogió junto a otros 5 hermanos. Es una comunidad carismática, que aparte de la predicación de la palabra, trabajan con niños autistas para ofrecerle una mejor calidad de vida. Cada hermano, según su tiempo y disponibilidad entregó lo mejor de sí. Noches de oración, cenas especiales, días de paseo a otras ciudades, pero sobre todo amor, nos entregaron sin reservas.

Ya en Río la experiencia es distinta. Nos esperaba el encuentro con el Santo Padre. ¡Y de qué forma Dios nos lo hizo vivir! Llegando a Río y esperando en la avenida presidente Vargas nuestras acreditaciones, escuchamos el rumor de que se acercaba Su Santidad. Muchos no daban crédito a estas afirmaciones, pero para nuestra sorpresa sí, era cierto. El papa Francisco pasó en un modesto vehículo marca Fiat con los cristales abajo, saludando y bendiciendo a todos los que se acercaban. Los dominicanos estabamos allí, estupefactos y cámara en mano tratamos de captar la mejor imagen.  Fue una bendición muy especial.

Los días transcurrieon sin darnos cuenta. Una apretada agenda nos hacía movernos de un lado a otro en busca de las catequesis, impartidas por obispos y cardenales de todo el mundo, amén de los múltiples festivales musicales, charlas, comunidades y monasterios abiertos para conocer sus espacios, feria vocacional, confesiones en medio de la ciudad, en espacios dispuesto para ello, misas y diversión sin igual.  Es como una gran fiesta, la más grande del mundo, que conjuga fe, esperanza, armonía, coraje, paz y un largo etcétera.

Los mensajes del papa no tienen desperdicios. En cada aparición pública dejaba un rosario de enseñanzas que bien vale la pena recordar y sobre todo vivir. Su visita a una de las favelas de Río fue especial. Su discurso comenzó diciendo que cuánto le gustaría ir de casa en casa y pedir café. Al escuchar esto, me convencí de que es un hombre sencillo, cercano, con los pies bien puestos en la tierra. No ha permitido que los cargos humanos ni esclesiales obnubilen la misión encomendada por Jesús de confirmar a sus hermanos en la fe con humildad.

Sus palabras no tienen recovecos. No se pierden en metáforas inútiles ni expresiones rebuzcadas. Me parece más bién un maestro que predica con el ejemplo, tal como lo hizo el pobrecillo de Asís, de donde tomó su nombre pastoral.

Estas acciones, conquistaron de inmediato el corazón de los jóvenes. A tan solo 4 meses de su entronización, era una prueba de fuego frente a ellos, y la superó con creces.  Todo peregrino entendió su mensaje claro y profundo. El mundo entero a través de la magia de la televisión igual fue partícipe de esta aventura, que terminó en otro lugar al establecido por el equipo organizador, pero que  a final de cuentas, tal y como dijera el papa ese lugar llamado Campo de la fe, somos nosotros mismos, no importa el lugar o la circunstancia donde estemos.

Regreso a República Dominicana más enamorado de mi Iglesia. Advertí una vez más la catolicidad de nuestra fe, de nuestra universalidad. Compartir con jóvenes de los 5 contienentes de más de 175 países del mundo, no tiene precio. La iglesia está viva, no importó la raza, el color de la piel, la lengua matriz, o las costumbres diversas, se impuso el lenguaje del amor, un idioma que no conoce fronteras, que nos advierten que hay Iglesia Católica para rato. Una iglesia grande, joven, llena de colores….



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