Tuesday, August 6, 2013

Lo que Dios unió...

En el Evangelio Jesús nos dice: “Dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos se harán una sola carne. De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Pues bien, lo que Dios unió no lo separe el hombre”, indicándonos claramente que el matrimonio es un sacramento para siempre, indisoluble.

Dios Padre no creó al hombre para vivir solo, sino en compañía. La mayor expresión de esto es la relación del matrimonio, donde hombre y mujer se unen y llegan a ser uno solo.

El matrimonio no puede convertirse en una actividad social, una etapa que quemar, una experiencia que vivir. El matrimonio es sagrado, es un sacramento que nos une para siempre a esa persona elegida libremente para compartir nuestra vida. No es un negocio que podemos terminar o un contrato que podemos anular.

Mi matrimonio es una de las grandes bendiciones que Dios me ha regalado.

En él he aprendido a amar, a perdonar, a compartir, a respetar. En él he crecido y aprendido a compartir mi vida con la persona que elegí para ser mi esposo. Dios Padre me ha regalado en el matrimonio “mi compañero de vida”, con quien celebro este año 20 aniversario de boda, y con quien he formado una familia de 4 hijos, quienes nos confirman a diario lo especial y bendecida que ha sido nuestra unión.

En el Movimiento de Cursillos de Cristiandad, encontramos esas herramientas necesarias para fortalecer nuestro matrimonio, allí aprendimos a colocar a Cristo en el centro de nuestras vidas.

Siempre vendrán problemas, desacuerdos, dificultades; pero qué distintas se viven las situaciones de un matrimonio cuando Cristo está presente, cuando es Él la base de nuestro hogar.

En el MCC encontramos un apostolado que nos permite trabajar unidos como esposos en la hermosa labor de evangelizar nuestros ambientes, un movimiento donde tenemos la maravillosa experiencia de compartir con otros matrimonios que promueven los principios y valores cristianos de la familia, tan necesarios en nuestra sociedad.

Todos los días nos llegan comentarios acerca de lo mal que andan los matrimonios y familias, de la cantidad enorme de divorcios, pero qué pena que nunca se hable de aquellos que son verdaderos testimonios de amor.

Maria Isabel Sanchez de Aris


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